El que jura por el Templo jura no solo por el Templo, sino por quien habita en él.
En Cristo está presente todo el poder de Dios.
Gracias a Cristo también ustedes, los no judíos, forman parte de esa casa donde Dios vive por medio de su Espíritu.
Por tanto, el que jura por el altar jura no solo por el altar, sino por todo lo que está sobre él.