»Por último, les mandó a su propio hijo, pensando: “¡A mi hijo sí lo respetarán!”.
»Pues tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna.
Yo lo he visto y por eso testifico que este es el Hijo de Dios».
»Entonces pensó el dueño del viñedo: “¿Qué voy a hacer? Enviaré a mi hijo amado; seguro que a él sí lo respetarán”.
»Le quedaba todavía uno, su hijo amado. Por último, lo mandó a él, pensando: “¡A mi hijo sí lo respetarán!”.
Y una voz del cielo decía: «Este es mi Hijo amado; estoy muy contento con él».
A Dios nadie lo ha visto nunca. El Hijo único, que es Dios, nos lo ha dado a conocer, pues vive en unión íntima con el Padre.
Después, les mandó otros siervos, en mayor número que la primera vez, y también los maltrataron.
Pero, cuando los labradores vieron al hijo, se dijeron unos a otros: “Este es el heredero. Matémoslo, para quedarnos con su herencia”.