Jesús se detuvo y los llamó. ―¿Qué quieren que haga por ustedes?
No se preocupen por nada. Más bien, oren y pidan a Dios por todo. Presenten sus peticiones a Dios y denle gracias.
―¿Qué quieres? —le preguntó Jesús. ―Ordena que en tu reino uno de estos dos hijos míos se siente a tu derecha y el otro, a tu izquierda.
Por eso, cuando mandaron por mí, vine sin dudar. Ahora permítanme preguntarles: ¿para qué me hicieron venir?
La gente los reprendía para que se callaran, pero ellos gritaban con más fuerza: ―¡Señor, Hijo de David, ten compasión de nosotros!
―Señor, queremos recibir la vista.