En otro tiempo, cuando yo no conocía la Ley, me sentía con vida. Pero, cuando conocí los mandamientos, el pecado cobró vida y supe entonces que merecía morir.
Pero él le contestó: “¡Fíjate cuántos años te he servido sin desobedecer jamás tus órdenes, y ni un cabrito me has dado para celebrar una fiesta con mis amigos!
Les digo que así es también en el cielo: habrá más alegría por un solo pecador que se arrepienta que por noventa y nueve justos que no necesitan arrepentirse.