Pero él se negó. Más bien fue y lo hizo meter en la cárcel hasta que pagara la deuda.
Su compañero se arrodilló delante de él. “Ten paciencia conmigo —le rogó— y te lo pagaré”.
Cuando los demás siervos vieron lo ocurrido, se entristecieron mucho y fueron a contarle a su señor todo lo que había sucedido.