»Miren que no menosprecien a uno de estos pequeños. Pues les digo que en el cielo los ángeles de ellos contemplan siempre el rostro de mi Padre celestial.
Pero, si alguien hace pecar a uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le colgaran al cuello una gran piedra de molino y lo hundieran en lo profundo del mar.
Cuando ya se habían ido, un ángel del Señor se le apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma al niño y a su madre, y huye a Egipto. Quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo».
Pero, cuando él estaba pensando hacer esto, un ángel del Señor se le apareció en sueños. El ángel le dijo: «José, hijo de David, no temas recibir a María por esposa, porque ella ha quedado embarazada por obra del Espíritu Santo.
¿Acaso no tienen casas donde comer y beber? ¿O es que no respetan a la iglesia de Dios y quieren avergonzar a los que no tienen nada? ¿Qué les diré? ¿Voy a felicitarlos por esto? ¡Claro que no!
Por tanto, que nadie lo desprecie. Ayúdenlo a seguir su viaje en paz para que pueda volver a reunirse conmigo, pues estoy esperándolo junto con los hermanos en la fe.
Que nadie te rechace por ser joven. Al contrario, que los creyentes vean en ti un ejemplo a seguir en la manera de hablar y de actuar. Que sigan tu ejemplo de amor, fe y santidad.
Hermanos en la fe, si sorprenden a alguien pecando, ustedes que son espirituales deben corregirlo con una actitud humilde. Pero tengan cuidado, porque ustedes también pueden ser tentados a pecar.
Yo, Pablo, por la ternura y la bondad de Cristo, les hago un ruego. Algunos dicen que soy tímido cuando me encuentro cara a cara con ustedes, pero muy valiente cuando estoy lejos.
En efecto, Cristo no entró en un santuario hecho por manos humanas, que era solo copia del verdadero santuario. Él entró en el cielo mismo, para presentarse ahora ante Dios en favor nuestro.