Si alguna creyente tiene viudas en su familia, debe ayudarlas. De esta manera la iglesia no tendrá que gastar en ellas, y así podrá atender a las viudas que no tienen quien les ayude.
Ustedes, en cambio, enseñan que un hijo puede decirle a su padre o a su madre: “Cualquier ayuda que pudiera darte ya la he dedicado como ofrenda a Dios”.