Los habitantes de aquel lugar reconocieron a Jesús y avisaron a la gente de los alrededores. Entonces le llevaron a todos los enfermos,
Lo siguieron por toda aquella región. Adonde oían que él estaba, le llevaban en camillas a los que tenían enfermedades.
Después de cruzar el lago, desembarcaron en Genesaret.
y le suplicaban que les permitiera tocar siquiera el borde de su manto. Y quienes lo tocaban quedaban sanos.
Y lo reconocieron como el mismo hombre que acostumbraba pedir dinero sentado junto a la entrada llamada Hermosa. Entonces se llenaron de admiración y asombro por lo que le había sucedido.
Al reconocer la voz de Pedro, se puso tan contenta que volvió corriendo sin abrir. ―¡Pedro está a la puerta! —exclamó.