Si el hogar se lo merece, que la paz de ustedes reine en él; pero, si no, que la paz se vaya con ustedes.
Si hay allí alguien digno de paz, gozará de ella; y, si no, la bendición no se cumplirá.
Para estos últimos somos olor de muerte que los lleva a la muerte. Para los primeros, olor de vida que los lleva a la vida. ¿Y quién es capaz de semejante tarea?
Al entrar, digan: “La paz sea con ustedes”.
Si alguno no los recibe bien ni escucha sus palabras, al salir de esa casa o de ese pueblo, sacúdanse el polvo de los pies.