De nuevo Jesús llamó a la gente. ―Escúchenme todos —dijo— y entiendan:
Jesús llamó a la gente y dijo: ―Escuchen y entiendan.
Felipe se acercó de prisa al carro y, al oír que el hombre leía al profeta Isaías, le preguntó: ―¿Acaso entiende usted lo que está leyendo?
Mientras tanto, se habían reunido millares de personas, tantas que se atropellaban unas a otras. Jesús comenzó a hablar, dirigiéndose primero a sus discípulos: «Cuídense de la levadura de los fariseos, o sea, de la hipocresía.
Así, por la tradición que se transmiten entre ustedes, dejan sin valor la palabra de Dios. Y hacen muchas cosas parecidas.
Nada de lo que viene de afuera puede contaminar a una persona. Más bien, lo que sale de la persona es lo que la contamina.