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Referencias Cruzadas

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Marcos 5:7

Nueva Versión Internacional 2019 (simplificada - Nuevo Testamento)

―¿Por qué te metes conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? —gritó con fuerza—. ¡Te ruego por Dios que no me castigues!

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29 Referencias Cruzadas  

De pronto le gritaron: ―¿Por qué te metes con nosotros, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí a castigarnos antes del tiempo señalado?

Nos seguía a Pablo y a nosotros, gritando: ―Estos hombres son siervos del Dios Altísimo, y les anuncian a ustedes el camino de salvación.

También hubo ángeles que no mantuvieron su posición de autoridad, sino que abandonaron su propio hogar. A estos, Dios los mantiene siempre encarcelados en la oscuridad, en espera del gran día del juicio.

Pero Jesús se quedó callado. Así que el sumo sacerdote insistió: ―Te ordeno en el nombre del Dios viviente que nos digas si eres el Cristo, el Hijo de Dios.

Por eso, ¡alégrense, cielos! ¡Alégrense los que allí viven! Pero ¡ay de la tierra y del mar! El diablo ha bajado con furia hasta ustedes, porque sabe que le queda poco tiempo».

Algunos judíos intentaban expulsar espíritus malignos usando el nombre del Señor Jesús. Les decían a los espíritus: «¡En el nombre de Jesús, a quien Pablo predica, les ordeno que salgan!».

Cuando vio a Jesús, dio un grito y se arrojó a sus pies. Entonces dijo con fuerza: ―¿Por qué te metes conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? ¡Te ruego que no me castigues!

Además, los espíritus malignos, al verlo, se arrodillaban ante él, gritando: «¡Tú eres el Hijo de Dios!».

El tentador se le acercó y le propuso: ―Si eres el Hijo de Dios, ordena a estas piedras que se conviertan en pan.

El que vive pecando pertenece al diablo, porque el diablo ha estado pecando desde el principio. El Hijo de Dios fue enviado precisamente para destruir lo que hace el diablo.

Dios ni siquiera perdonó a los ángeles cuando pecaron. Al contrario, los arrojó al abismo, donde reina la oscuridad. Allí estarán encadenados hasta el día del juicio.

―¿Por qué te metes con nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Yo sé quién eres tú: ¡el Santo de Dios!

―Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente —afirmó Simón Pedro.

Este Melquisedec era rey de Salén y sacerdote del Dios Altísimo. Cuando Abraham regresaba de derrotar a los reyes, Melquisedec le salió al encuentro y lo bendijo.

Por tanto, ya que ellos son de carne y hueso, Cristo también compartió esa naturaleza humana. Lo hizo para eliminar, mediante la muerte, al que tiene el dominio de la muerte —es decir, al diablo—.

Mientras iban por el camino, llegaron a un lugar donde había agua, y dijo el oficial etíope: ―Mire usted, aquí hay agua. ¿Qué impide que yo sea bautizado?

Pero estas se han escrito para que ustedes crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios. Así, al creer en su nombre tienen vida.

Ustedes, por el contrario, amen a sus enemigos, háganles bien y denles prestado sin esperar nada a cambio. Así tendrán una gran recompensa y serán hijos del Altísimo, porque él es bondadoso con los ingratos y malvados.

―¡Ah! ¿Por qué te metes con nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Yo sé quién eres tú: ¡el Santo de Dios!

Él será un gran hombre, y lo llamarán Hijo del Altísimo. Dios el Señor le dará el trono de su antepasado David.

Pero Jesús se quedó callado y no contestó nada. ―¿Eres el Cristo, el Hijo del Bendito? —le preguntó de nuevo el sumo sacerdote.

Muy pronto el Dios de paz derrotará a Satanás y lo dejará bajo el poder de ustedes. Que el amor inmerecido de nuestro Señor Jesús sea con ustedes.

Cuando vio a Jesús desde lejos, corrió y se arrodilló delante de él.

Es que Jesús le había dicho: «¡Sal de este hombre, espíritu maligno!».

¿Tú crees que hay un solo Dios? ¡Magnífico! También los demonios lo creen, y tiemblan de miedo.




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