La mujer, sabiendo lo que le había sucedido, se acercó temblando de miedo. Se arrojó a los pies de Jesús y le confesó toda la verdad.
La mujer, al ver que no podía esconderse, se acercó temblando y se arrojó a sus pies. En presencia de toda la gente, contó por qué lo había tocado y cómo había sido sanada al instante.
Ante estas palabras, María se preocupó mucho y se preguntaba qué podría significar este saludo.
Al verlo, Zacarías se asustó, y el temor se apoderó de él.
Ellos estaban espantados y se decían unos a otros: ―¿Quién es este, que hasta el viento y las olas le obedecen?
Pero Jesús seguía mirando a su alrededor para ver quién lo había hecho.
―¡Hija, tu fe te ha sanado! —le dijo Jesús—. Vete en paz y queda sana de tu aflicción.