Su fama se extendió por toda Siria. Por eso, le llevaban a todos los que sufrían diversas enfermedades y los que sufrían de dolores graves. También le llevaban a los endemoniados, los epilépticos y los paralíticos, y Jesús los sanaba.
Así que él les dio permiso. Cuando los espíritus malignos salieron del hombre, entraron en los cerdos. Eran unos dos mil cerdos, y todos huyeron y cayeron al lago por el precipicio, y allí se ahogaron.