Pero el barco fue a dar a un depósito de arena y allí quedó atrapado. La parte delantera se encajó en el fondo y de allí no pasó, mientras que la parte trasera se hacía pedazos por el golpe de las olas.
Jesús, mientras tanto, estaba en la parte de atrás, durmiendo sobre una almohada. Entonces los discípulos lo despertaron. ―¡Maestro! —gritaron—, ¿no te importa que nos ahoguemos?