Unos hombres le llevaron un paralítico, acostado en una camilla. Al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: ―¡Ánimo, hijo; tus pecados quedan perdonados!
Si ustedes perdonan a alguien, yo también lo perdono. De hecho, si había algo que perdonar, lo he perdonado por consideración a ustedes. Cristo es testigo de que así es.