Pilato, sorprendido de que ya hubiera muerto, llamó al capitán de los soldados y le preguntó si hacía mucho que había muerto.
Al oír esto, Jesús se asombró y dijo a quienes lo seguían: ―Les aseguro que no he encontrado en Israel a nadie que tenga tanta fe.
José de Arimatea, miembro distinguido del tribunal, y que también esperaba el reino de Dios, se atrevió a presentarse ante Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús.
Una vez informado por el capitán, le entregó el cuerpo a José.