¡baja de la cruz y sálvate a ti mismo!
Los que pasaban movían la cabeza y lanzaban ofensas contra él: ―¡Oye! Tú, que destruyes el Templo y en tres días lo reconstruyes,
De la misma manera se burlaban de él los jefes de los sacerdotes, junto con los maestros de la Ley. ―Salvó a otros —decían—, ¡pero no puede salvarse a sí mismo!