Cuando sepan de guerras y de rumores de guerras, no se alarmen. Es necesario que eso suceda, pero no será todavía el fin.
La paz les dejo; mi paz les doy. Yo no se la doy a ustedes como la da el mundo. No se angustien ni se acobarden.
Les explicaba y demostraba que era necesario que el Cristo muriera y resucitara. Les decía: «Este Jesús que les anuncio es el Cristo».
»¡Ay del mundo por las invitaciones al pecado! Esas invitaciones son inevitables, pero ¡ay de quienes las ocasionan!
»No se angustien. Confíen en Dios, y confíen también en mí.
Cuando el rey Herodes y los habitantes de Jerusalén oyeron esto, se pusieron muy nerviosos.
Vendrán muchos que, usando mi nombre, dirán: “Yo soy el Cristo”. Así engañarán a muchos.
Se levantará nación contra nación, y reino contra reino. Habrá terremotos en diferentes lugares; también habrá hambre. Esto será apenas el comienzo de los dolores.