Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: «Les aseguro que esta viuda pobre ha echado en el tesoro más que todos los demás.
En medio de las situaciones más difíciles, su alegría fue enorme. Aun en su extrema pobreza fueron muy generosos con sus ofrendas.
Entonces decidieron que cada uno de los discípulos enviaría ayuda a los creyentes que vivían en Judea. Cada uno ayudaría según sus recursos.
Pues, si uno lo hace de buena voluntad, lo que da es bien recibido. Pues lo que importa es dar según lo que se tiene, y no según lo que no se tiene.
Y quien dé siquiera un vaso de agua fresca a uno de mis discípulos menos importantes, les aseguro que no perderá su recompensa».
Pero una viuda pobre llegó y echó dos moneditas de muy poco valor.
Pues todos ellos dieron de lo que les sobraba; pero ella, de su pobreza, echó todo lo que tenía, todo su sustento».
Estas palabras las dijo Jesús mientras enseñaba en el Templo, en el lugar donde se depositaban las ofrendas. Pero nadie lo arrestó, porque aún no había llegado su tiempo.