Al ver una higuera junto al camino, se acercó a ella, pero no encontró nada más que hojas. ―¡Nunca más vuelvas a dar fruto! —le dijo. Y al instante se secó la higuera.
Deja que el malo siga haciendo el mal y que aquel que es impuro siga en su impureza. Deja que el justo siga practicando la justicia y que el santo siga siendo santo».
En efecto, los que han conocido a nuestro Señor y Salvador Jesucristo han escapado de la maldad del mundo. Pero, si vuelven a practicar la maldad y se dejan controlar por ella, terminarán en peores condiciones que al principio.
»Escuchen otra parábola: Había un propietario que plantó un viñedo. Lo cercó, cavó un lugar para exprimir las uvas y construyó una torre de vigilancia. Luego, alquiló el viñedo a unos labradores y se fue de viaje.
Viendo a lo lejos una higuera que tenía hojas, fue a ver si hallaba algún fruto. Cuando llegó a ella, solo encontró hojas, porque no era tiempo de higos.
Llegaron, pues, a Jerusalén. Jesús entró en el Templo y comenzó a echar de allí a los que compraban y vendían. Volcó las mesas de los que cambiaban dinero y los puestos de los que vendían palomas,