Había en la sinagoga un hombre que era controlado por un espíritu maligno. De repente, el espíritu gritó:
Al ver Jesús que se juntaba mucha gente, reprendió al espíritu maligno. ―Espíritu sordo y mudo —dijo—, te mando que salgas y que jamás vuelvas a entrar en él.
De hecho, muy pronto se enteró de su llegada una mujer que tenía una niña controlada por un espíritu maligno, así que fue y se arrojó a sus pies.
Tan pronto como desembarcó Jesús, un hombre controlado por un espíritu maligno le salió al encuentro de entre las tumbas.
Jesús sanó a muchos que sufrían diversas enfermedades. También echó fuera a muchos demonios, pero no los dejaba hablar porque sabían quién era él.
»Cuando un espíritu maligno sale de una persona, va por lugares áridos, buscando descanso sin encontrarlo.
La gente se asombraba de su enseñanza, porque la presentaba como quien tiene autoridad, y no como los maestros de la Ley.
―¿Por qué te metes con nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Yo sé quién eres tú: ¡el Santo de Dios!
Tan pronto como salieron de la sinagoga, Jesús fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés.
Así que recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y echando fuera demonios.