Al instante, dejaron las redes y lo siguieron.
De la misma manera, cualquiera de ustedes que no renuncie a todos sus bienes no puede ser mi discípulo.
Así que llevaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, siguieron a Jesús.
Cuando comparo todo con el inmenso valor de conocer a Cristo Jesús, mi Señor, me doy cuenta de que nada tiene importancia. Por él lo he dejado todo, y lo considero basura, pues todo cuanto quiero es a Cristo.
«Vengan, síganme —les dijo Jesús— y los haré pescadores de personas».
Un poco más adelante, vio a Santiago y a su hermano Juan, hijos de Zebedeo. Estaban en su barca arreglando las redes.