Por eso les digo que nadie que esté hablando guiado por el Espíritu de Dios puede maldecir a Jesús. Tampoco nadie puede decir: «Jesús es el Señor» si no es guiado por el Espíritu Santo.
»Ningún sirviente puede servir a dos señores, pues menospreciará a uno y amará al otro, o querrá mucho a uno y despreciará al otro. Ustedes no pueden servir a la vez a Dios y a las riquezas».
Cuando Jesús y sus discípulos llegaron a Capernaúm, los que cobraban el impuesto del Templo se acercaron a Pedro y le preguntaron: ―¿Su maestro no paga el impuesto del Templo?