Mientras oraba, su rostro se transformó, y su ropa se volvió blanca y radiante.
Allí cambió su apariencia en presencia de ellos; su rostro resplandeció como el sol, y su ropa se volvió blanca como la luz.
Luego vi un gran trono blanco y a alguien que estaba sentado en él. En su presencia desaparecieron la tierra y el cielo, sin dejar rastro alguno.
Todos los que estaban sentados en el tribunal fijaron la mirada en Esteban. Y vieron que su rostro se parecía al de un ángel.
Y el Verbo se hizo hombre y habitó entre nosotros. Hemos visto su gloria, la gloria del Hijo único del Padre. Y estaba lleno de amor y de verdad.
Después se apareció Jesús en otra forma a dos de ellos que iban de camino al campo.
Un día en que todos venían hasta donde estaba Juan para que los bautizara, Jesús fue bautizado también. Y, mientras oraba, se abrió el cielo,
Él, por su parte, acostumbraba retirarse a lugares solitarios para orar.
Por aquel tiempo se fue Jesús a la montaña a orar y pasó toda la noche en oración a Dios.
Un día, Jesús se apartó para orar, y luego se volvió a sus discípulos y les preguntó: ―¿Quién dice la gente que soy yo?
Y aparecieron dos personajes —Moisés y Elías— que conversaban con Jesús.