Al oír esto, Jesús le dijo a Jairo: ―No tengas miedo; tan solo confía, y ella será sanada.
―¿No te dije que si crees verás la gloria de Dios? —le contestó Jesús.
Entonces Jesús le dijo: ―Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá.
Sin hacer caso de la noticia, Jesús le dijo al jefe de la sinagoga: ―No tengas miedo; tan solo confía.
―¡Hija, tu fe te ha sanado! —le dijo Jesús—. Vete en paz.
Así dicen las Escrituras: «Te he hecho padre de muchas naciones». Y Abraham le creyó, porque sabía que era el Dios que da vida a los muertos y llama las cosas que no son como si ya existieran.
Jesús le dijo: ―¿Cómo que si puedo? Para el que cree, todo es posible.
Dios se lo había prometido, así que no dudó. No se comportó como un incrédulo, sino que siguió firme en su fe y dio gloria a Dios.
Cuando llegó a la casa de Jairo, no dejó que nadie entrara con él, excepto Pedro, Juan y Santiago, y el padre y la madre de la niña.