Crispo, el jefe de la sinagoga, creyó en el Señor con toda su familia. También creyeron y fueron bautizados muchos de los corintios que oyeron a Pablo.
Al terminar la lectura de la Ley y los Profetas, los jefes de la sinagoga mandaron a decirles: «Amigos, si tienen algún mensaje de aliento para el pueblo, hablen».
Molesto porque Jesús había sanado en sábado, el jefe de la sinagoga intervino y le dijo a la gente: ―Hay seis días en que se puede trabajar, así que vengan esos días para ser sanados, y no el sábado.
Todavía estaba hablando Jesús cuando alguien llegó de la casa de Jairo, jefe de la sinagoga, para decirle: ―Tu hija ha muerto. No molestes más al Maestro.
Cuando lo tomó, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro líderes se arrodillaron delante del Cordero. Cada uno tenía un arpa y copas de oro llenas de incienso. Estas representan las oraciones de los creyentes.
Entonces se fueron todos sobre Sóstenes, el jefe de la sinagoga, y lo golpearon delante del tribunal. Pero Galión no le dio ninguna importancia al asunto.
Los discípulos se enteraron de que Pedro estaba en Lida, cerca de Jope. Entonces enviaron a dos hombres a rogarle: «¡Por favor, venga usted en seguida a visitarnos!».