―Tu fe te ha salvado —le dijo Jesús a la mujer—; vete en paz.
―¡Hija, tu fe te ha sanado! —le dijo Jesús—. Vete en paz y queda sana de tu aflicción.
―¡Hija, tu fe te ha sanado! —le dijo Jesús—. Vete en paz.
―¡Recibe la vista! —le dijo Jesús—. Tu fe te ha sanado.
Jesús se dio vuelta, la vio y le dijo: ―¡Ánimo, hija! Tu fe te ha sanado. Y la mujer quedó sana en aquel momento.
―Puedes irte —le dijo Jesús—; tu fe te ha sanado. Al momento, recobró la vista y empezó a seguir a Jesús por el camino.
Su única hija, de unos doce años, se estaba muriendo. Jesús se puso en camino y todos lo apretujaban.
Por lo tanto, pongan mucha atención. Al que sabe algo, se le dará más conocimiento. Al que no sabe nada, hasta lo que cree saber se le quitará».
Al oírlo, Jesús se asombró de él y, volviéndose a la gente que lo seguía, comentó: ―Les digo que ni siquiera en Israel he encontrado a nadie que tenga tanta fe.
Levántate y vete —le dijo al hombre—; tu fe te ha sanado.