El muerto se levantó y comenzó a hablar, y Jesús se lo entregó a su madre.
Entonces se acercó y tocó la camilla donde llevaban el muerto. Los que lo llevaban se detuvieron, y Jesús dijo: ―Joven, ¡te ordeno que te levantes!
Todos se llenaron de temor y alababan a Dios. ―Hay entre nosotros un gran profeta —decían—. Dios ha venido en ayuda de su pueblo.