Entonces se acercó y tocó la camilla donde llevaban el muerto. Los que lo llevaban se detuvieron, y Jesús dijo: ―Joven, ¡te ordeno que te levantes!
Les aseguro que ya viene la hora, y ha llegado ya, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios. Y los que la oigan vivirán.
Entonces Jesús le dijo: ―Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá.
Así dicen las Escrituras: «Te he hecho padre de muchas naciones». Y Abraham le creyó, porque sabía que era el Dios que da vida a los muertos y llama las cosas que no son como si ya existieran.
Porque así como el Padre resucita a los muertos y les da vida, así también el Hijo da vida a quienes él quiere.
Pues incluso el mencionar lo que los desobedientes hacen en secreto me causa vergüenza.
La tomó de la mano y le dijo: «Talita cum», que significa: «Niña, a ti te digo, ¡levántate!».
Al verla, el Señor sintió compasión de ella y le dijo: ―No llores.
El muerto se levantó y comenzó a hablar, y Jesús se lo entregó a su madre.
Así que esta noticia acerca de Jesús se anunció por toda Judea y por todas las regiones vecinas.