Otro sábado entró en la sinagoga y comenzó a enseñar. Había allí un hombre que tenía la mano derecha paralizada.
En esas entradas se hallaban tendidos muchos enfermos, ciegos, cojos y paralíticos.
Jesús bajó a Capernaúm, un pueblo de Galilea, y el día sábado enseñaba a la gente.
Fue a Nazaret, donde se había criado, y un sábado entró en la sinagoga, como era su costumbre. Se levantó para hacer la lectura,
Jesús recorría toda Galilea enseñando en las sinagogas, anunciando la buena noticia del reino y sanando toda enfermedad y dolor entre la gente.
Algunos de los fariseos comentaban: «Ese hombre no viene de parte de Dios, porque no respeta el sábado». Otros decían: «¿Cómo puede un pecador hacer semejantes señales milagrosas?». Y había desacuerdo entre ellos.
Jesús les preguntó a los expertos en la Ley y a los fariseos: ―¿Está permitido o no sanar en sábado?
Un sábado Jesús estaba enseñando en una de las sinagogas.
Un sábado, al pasar Jesús por los sembrados, sus discípulos se pusieron a arrancar unas espigas de trigo y las desgranaban para comérselas.
Entonces añadió: ―El Hijo del hombre es Señor del sábado.