Un sábado, al pasar Jesús por los sembrados, sus discípulos se pusieron a arrancar unas espigas de trigo y las desgranaban para comérselas.
Y nadie que haya bebido vino añejo quiere el nuevo, porque dice: “El añejo es mejor”.
Otro sábado entró en la sinagoga y comenzó a enseñar. Había allí un hombre que tenía la mano derecha paralizada.