Allí estuvo cuarenta días y fue tentado por el diablo. No comió nada durante esos días y, al final, tuvo hambre.
Pues no tenemos un sumo sacerdote incapaz de entender nuestras debilidades. Al contrario, contamos con uno que ha sido tentado en todo de la misma manera que nosotros, pero él nunca pecó.
Por haber sufrido él mismo la tentación, puede ayudar a los que son tentados.
Allí se encontraba el pozo de Jacob. Jesús, fatigado del camino, se sentó junto al pozo. Era cerca del mediodía.
Muy de mañana, cuando volvía a la ciudad, tuvo hambre.
Después de ayunar cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre.
―Si eres el Hijo de Dios —le propuso el diablo—, ordénale a esta piedra que se convierta en pan.