En ese mismo tiempo, Anás y Caifás fueron los sumos sacerdotes. Fue por ese entonces que Dios le habló a Juan hijo de Zacarías, en el desierto.
Allí estaban el sumo sacerdote Anás, Caifás, Juan, Alejandro y los otros miembros de la familia del sumo sacerdote.
Entonces Anás lo envió, todavía atado, a Caifás, el sumo sacerdote.
El niño crecía y se fortalecía en espíritu. Y vivió en el desierto hasta el día en que se presentó públicamente al pueblo de Israel.
Y dijo: ―Yo soy la voz de uno que grita en el desierto: “Enderecen el camino del Señor” —respondió Juan, usando las palabras del profeta Isaías.
Se reunieron entonces los jefes de los sacerdotes y los líderes del pueblo en el palacio de Caifás, el sumo sacerdote,
Mientras se iban los discípulos de Juan, Jesús comenzó a hablarle a la gente acerca de Juan: «¿Qué salieron a ver al desierto? ¿Una caña sacudida por el viento?
Así está escrito en el libro del profeta Isaías: «Yo estoy por enviar a mi mensajero delante de ti, el cual preparará tu camino».