Llegaron también unos cobradores de impuestos para que los bautizara. ―Maestro, ¿qué debemos hacer nosotros? —le preguntaron.
Al oír esto, todo el pueblo, y hasta los cobradores de impuestos, reconocieron que Dios era justo. Y fueron bautizados con el bautismo de Juan.
En cambio, el cobrador de impuestos se había quedado a cierta distancia, y ni siquiera se atrevía a alzar la vista al cielo. Él se golpeaba el pecho y decía: “¡Oh Dios, ten compasión de mí, que soy pecador!”.
Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa recibirán? Hasta los cobradores de impuestos para Roma hacen eso.
―¿Entonces qué debemos hacer? —le preguntaba la gente.
―No cobren más de lo debido —les respondió.
Cuando oyeron esto, todos se sintieron profundamente conmovidos y les dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: ―Amigos, ¿qué debemos hacer?