Pero ellos insistieron: ―Quédate con nosotros, que está atardeciendo; ya es casi de noche. Así que entró para quedarse con ellos.
Entonces el señor le respondió: “Ve por los caminos y las sendas, y oblígalos a entrar para que se llene mi casa.
Una de ellas, que se llamaba Lidia, adoraba a Dios. Era de la ciudad de Tiatira y vendía telas muy finas y costosas. Mientras escuchaba, el Señor le abrió el corazón para que respondiera al mensaje de Pablo.
Al acercarse al pueblo adonde se dirigían, Jesús hizo como que iba más lejos.
Luego, estando con ellos a la mesa, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio.