Lo seguía mucha gente del pueblo, incluso mujeres que se golpeaban el pecho, lamentándose por él.
Todos estaban llorando, muy afligidos por ella. ―Dejen de llorar —les dijo Jesús—. No está muerta, sino dormida.
También iban algunas mujeres que habían sido sanadas de espíritus malignos y de enfermedades. Entre ellas estaban María, a la que llamaban Magdalena, y de la que habían salido siete demonios;
Algunas mujeres miraban desde lejos. Entre ellas estaban María Magdalena, María la madre de Santiago el menor y de José, y Salomé.
Las mujeres que habían acompañado a Jesús desde Galilea siguieron a José. Querían ver la tumba y cómo colocaban el cuerpo.
Estaban allí, mirando de lejos, muchas mujeres que habían seguido a Jesús desde Galilea para servirle.
»“Tocamos la flauta, y ustedes no bailaron. Entonamos un canto fúnebre, y ustedes no lloraron”.
Jesús se volvió hacia ellas y les dijo: ―Hijas de Jerusalén, no lloren por mí; lloren más bien por ustedes y por sus hijos.
Les aseguro que ustedes llorarán de dolor, mientras que el mundo se alegrará. Se pondrán tristes, pero su tristeza se convertirá en alegría.