Y le lanzaban muchos otros insultos.
Muchas veces anduve de sinagoga en sinagoga castigándolos para obligarlos a ofender a Jesús. Mi odio contra ellos me llevó al extremo de perseguirlos incluso en ciudades del extranjero.
Y todo el que pronuncie alguna palabra contra el Hijo del hombre será perdonado, pero el que dice ofensas contra el Espíritu Santo no tendrá perdón.
Los que pasaban movían la cabeza y lanzaban ofensas contra él:
Algunos de los maestros de la Ley murmuraron entre ellos: «¡Este hombre ofende a Dios!».