Jesús se detuvo y vio a los ricos que echaban sus ofrendas en las alcancías del Templo.
Estas palabras las dijo Jesús mientras enseñaba en el Templo, en el lugar donde se depositaban las ofrendas. Pero nadie lo arrestó, porque aún no había llegado su tiempo.
Los jefes de los sacerdotes recogieron las monedas y dijeron: «La Ley no permite echar esto al tesoro, porque es precio de sangre».
Les roban los bienes a las viudas y a la vez hacen largas oraciones para impresionar a los demás. Estos recibirán peor castigo.