Luego, algunos de los saduceos, que decían que no hay resurrección, se acercaron a Jesús y le plantearon un problema:
Ahora bien, si se predica que Dios resucitó a Cristo, ¿cómo dicen algunos de ustedes que no hay resurrección?
El sumo sacerdote y todos sus seguidores, que pertenecían al grupo de los saduceos, se llenaron de envidia.
Los fariseos y los saduceos se acercaron a Jesús y, para ponerle una trampa, le pidieron que les mostrara una señal del cielo.
Entonces comprendieron que no les decía que se cuidaran de la levadura del pan, sino de la enseñanza de los fariseos y de los saduceos.
―Tengan cuidado —les dijo Jesús—; eviten la levadura de los fariseos y de los saduceos.