Así que lo arrojaron fuera del viñedo y lo mataron. »¿Qué les hará el dueño?
Por eso también Jesús sufrió fuera de la puerta de la ciudad. Al derramar su sangre en la cruz, nos hizo santos ante Dios.
Pero, cuando lo vieron los labradores, se dijeron el uno al otro: “Este es el heredero. Matémoslo, para que la herencia sea nuestra”.
Volverá, acabará con esos labradores y dará el viñedo a otros». Al oír esto, la gente dijo: ―¡Dios no lo quiera!