Así que dio a luz a su hijo primogénito. Lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en la posada.
Pero, cuando llegó la fecha indicada, Dios envió a su Hijo, quien nació de una mujer y bajo la autoridad de la Ley.
Y el Verbo se hizo hombre y habitó entre nosotros. Hemos visto su gloria, la gloria del Hijo único del Padre. Y estaba lleno de amor y de verdad.
Ya conocen el gran amor que les tiene nuestro Señor Jesucristo. No lo merecían, pero él, aunque era rico, se hizo pobre para ayudarlos. Lo hizo para que, por medio de su pobreza, ustedes llegaran a ser ricos.
Pero no tuvo relaciones íntimas con ella hasta que dio a luz un hijo, a quien le puso por nombre Jesús.
―Las zorras tienen cuevas y las aves tienen nidos —le respondió Jesús—. Pero el Hijo del hombre no tiene dónde recostar la cabeza.
¿No es acaso el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María; y no son sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas?
Se acercó, le curó las heridas con vino y aceite, y se las vendó. Luego lo montó sobre su propio burro, lo llevó a una posada y lo cuidó.
y, mientras estaban allí, se le cumplió el tiempo.
En esa misma región había unos pastores que pasaban la noche en el campo. Se turnaban para cuidar su rebaño.