Pero él respondió: ―Les aseguro que, si ellos se callan, gritarán las piedras.
No piensen que podrán decir: “Somos descendientes de Abraham”. Pues les digo que Dios puede convertir estas piedras en descendientes de Abraham.
Además, castigó a las ciudades de Sodoma y Gomorra. Las dejó en cenizas y las puso como advertencia para los malvados.
Desde el mediodía, toda la tierra quedó en oscuridad hasta las tres de la tarde.
Cuando se acercaba a Jerusalén, Jesús vio la ciudad y lloró por ella.