para juzgar a todos. Reprenderá a todos los malvados pecadores por todas las malas acciones que han cometido. También los castigará por todos los insultos que han lanzado contra él».
Porque el que ama nunca tiene miedo, pues el amor perfecto echa fuera el temor. El que tiene miedo es porque espera ser castigado y no conoce el amor perfecto.
Y el Espíritu, que Dios les ha dado, no los hace otra vez esclavos del miedo. Al contrario, el Espíritu los adopta como hijos y les permite decirle a Dios: «¡Abba! ¡Padre!».
El rey le contestó: “Siervo malo, con tus propias palabras te voy a juzgar. ¿Así que sabías que soy muy exigente, que tomo lo que no deposité y cosecho lo que no sembré?