Pero, como esta viuda no deja de molestarme, voy a tener que hacerle justicia. Si no lo hago, sus visitas me harán la vida imposible”».
Les digo que quizá no se levante a darle pan por ser su amigo. Pero sí se levantará por su insistencia y le dará cuanto necesite.
Los que iban delante lo reprendían para que se callara. Pero él se puso a gritar aún más fuerte: ―¡Hijo de David, ten compasión de mí!
Jesús no le respondió palabra. Así que sus discípulos se acercaron a él y le rogaron: ―Despídela, porque viene detrás de nosotros gritando.
En el mismo pueblo había una viuda que insistía en pedirle: “Hágame usted justicia contra mi enemigo”.
Por eso disciplino mi cuerpo y lo entreno. Pues, si he predicado a otros la buena noticia, no quiero al final ser descalificado por Dios.