Si es así, el que los invitó a los dos vendrá y te dirá: “Dale tu asiento a este hombre”. Entonces, avergonzado, tendrás que ocupar el último asiento.
Den muestras de verdadero arrepentimiento. Y no se pongan a pensar: “Somos descendientes de Abraham”. Pues les digo que Dios puede convertir estas piedras en descendientes de Abraham.
Cuando razonó así, quedaron humillados todos sus enemigos. Pero la gente estaba encantada de tantas maravillas que él hacía.