Cuando Jesús la vio, la llamó y le dijo: ―¡Mujer, quedas libre de tu enfermedad!
Al atardecer, le llevaron muchos endemoniados, y con una sola palabra echó fuera a los espíritus, y también sanó a todos los enfermos.
Sin embargo, a esta mujer, que es hija de Abraham, y a quien Satanás tenía atada durante dieciocho largos años, ¿no se le debía quitar esta cadena en sábado?
Jesús recorría toda Galilea enseñando en las sinagogas, anunciando la buena noticia del reino y sanando toda enfermedad y dolor entre la gente.
Estaba allí una mujer que por causa de un espíritu maligno llevaba dieciocho años enferma. Andaba encorvada y de ningún modo podía enderezarse.
Al mismo tiempo, puso las manos sobre ella, y al instante la mujer se enderezó y empezó a alabar a Dios.