Si lo que Dios nos ha dado lo recibiéramos por obedecer la Ley, entonces no sería por cumplir una promesa. Pero Dios se lo prometió a Abraham sin pedir nada a cambio.
Cuando Jesús estaba ya para irse, un hombre llegó corriendo y se arrodilló delante de él. ―Maestro bueno —le preguntó—, ¿qué debo hacer para obtener la vida eterna?
Uno de los maestros de la Ley se acercó y los oyó discutiendo. Al ver lo bien que Jesús les había contestado, le preguntó: ―De todos los mandamientos, ¿cuál es el más importante?