Entonces su padre Zacarías, lleno del Espíritu Santo, profetizó:
Tan pronto como Elisabet oyó el saludo de María, la criatura saltó en su vientre. Entonces Elisabet, llena del Espíritu Santo,
porque él será un gran hombre delante del Señor. Jamás tomará vino ni licor, y será lleno del Espíritu Santo antes de su nacimiento.
Pues los profetas nunca hablaron por su propia voluntad. Al contrario, los profetas hablaron de parte de Dios, impulsados por el Espíritu Santo.
Todos fueron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en diferentes lenguas, según el Espíritu les indicaba que hablaran.
¿Cómo es que cada uno de nosotros los oye hablar en su lengua materna?
Ananías se fue. Cuando llegó a la casa, puso sus manos sobre Saulo y le dijo: «Hermano Saulo, el Señor Jesús me ha enviado. Fue él quien se te apareció en el camino. Me envía para que recuperes la vista y seas lleno del Espíritu Santo».