¿Quién no te respetará, oh Señor? ¿Quién no dará la gloria a tu nombre? Solo tú eres santo. Todas las naciones vendrán y te adorarán. Pues todos han podido ver que eres un Dios justo».
Cada uno de ellos tenía seis alas y estaba lleno de ojos por dentro y por fuera. Y día y noche repetían sin parar: «Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era y que es y que ha de venir».
Así que él les dio permiso. Cuando los espíritus malignos salieron del hombre, entraron en los cerdos. Eran unos dos mil cerdos, y todos huyeron y cayeron al lago por el precipicio, y allí se ahogaron.