A los pocos días, María se levantó y se fue de prisa a un pueblo en la región montañosa de Judea.
Todos los vecinos se llenaron de temor, y por toda la región montañosa de Judea se comentaba lo sucedido.
―Aquí tienes a la sierva del Señor —contestó María—. Que él haga conmigo como me has dicho. Con esto, el ángel la dejó.
Al llegar, entró en casa de Zacarías y saludó a Elisabet.